sábado, 15 de julio de 2017

¿Alarmismo o ciencia?

[Charles Gasparovic (Gijón), Cartas al director, La Nueva España, 15 de Julio del 2017]

Otro estudio amplio fue publicado recientemente mostrando una asociación entre la contaminación del aire y la mortalidad (Qian et al, NEJM, 29 junio 2017). Investigadores de la Universidad de Harvard analizaron datos de la salud y la mortalidad de un grupo de más de 60 millones de personas en EEUU junto con las mediciones de partículas (PM2,5) y del ozono donde vivían durante 7 años.

Conclusión: cada aumento de 10 microgramos por metro cúbico (µg/m3) en el promedio anual de PM2,5 está asociado con un aumento de 7.3% en mortalidad, y aun más si el promedio anual de PM2,5 es menos de 12 µg/m3. Es decir, aun niveles de PM2,5 bajos de las normas gubernamentales típicas (25 µg/m3 en España) parecen nocivos, de acuerdo con los hallazgos de muchos estudios anteriores y las conclusiones de la Organización Mundial de la Salud. El ozono en el estudio de Harvard tuvo un efecto significativo en la mortalidad también, aunque menos.

Pero no tenemos que leer informes científicos de otros países para apreciar como la contaminación del aire afecta nuestra salud. Tenemos muchos estudios aquí en España que mostraron hallazgos similarmente contundentes - unos que tienen que ver no solamente con la mortalidad sino con la natalidad y la salud y el desarrollo mental de nuestros hijos - incluso aquí mismo en Asturias.

Un informe publicado por el Principado en 2016 concluyó que hay una relación entre los picos de contaminación y los ingresos urgentes en hospitales en Gijón, Avilés y Oviedo. Ese informe concluyó:

"El análisis conjunto de todos los resultados presentados permite contestar a la cuestión planteada en el estudio: ¿La contaminación atmosférica tiene efectos negativos sobre la salud de la población en Asturias? La respuesta es sí, como por otra parte era previsible de acuerdo con el conocimiento científico y los inequívocos posicionamientos de las agencias de salud y medio ambiente de todo el mundo, encabezadas por la Organización Mundial de la Salud."

Es más, un grupo de investigadores de la Universidad de Oviedo, que incluye a la directora general de Prevención y Control Ambiental del Principado, publicó recientemente un artículo en una revista internacional sobre las partículas en el aire en el este de Gijón, una zona con menos contaminación, generalmente, que el oeste de las ciudad. Concluyeron que hasta 40% de las partículas medidas en el estudio tenían un tamaño bastante pequeño para entrar en el sistema respiratorio, y unos de ellos más profundamente en el cuerpo, presentando un riesgo de salud muy significante para el público (Megido et al, Chemosphere, 2016).

Teniendo en cuenta sus propias conclusiones en informes científicos, las cuales están de acuerdo con las de muchos otros informes, es curioso que miembros del gobierno todavía insisten a la ciudadanía que la calidad del aire en Gijón no solo es bueno sino que los que muestran preocupación son alarmistas.

Supongo que alarma hay, incluso sin leer los informes científicos o creer en lo que dice la OMS. Pero ese es el tipo de alarma que experimentas cuando de repente entra por la ventana un intenso olor industrial, o cuando te despiertas y encuentras una nueva capa de polvo negro en tu terraza, o cuando estás disfrutando de un paseo por la playa en un día maravilloso y aparece una nube naranja por el horizonte oeste. Y cuando lees las conclusiones de los muchos estudios científicos sobre los efectos nocivos de esa contaminación, sí, supongo que aumenta esta alarma.

¿Y cuando los funcionarios del gobierno dicen unas cosas en sus informes científicos y sugieren otras cosas al público? Sí, provoca alarma.